El problema del ruido ambiental, del caos urbano y la actividad industrial que desempeña la ciudadanía a diario, generan un dilema ecológico que perjudica la sana interacción del trinomio Hombre - Medio - Sociedad. Es un secreto a voces, con el que muchas personas se acostumbran a lidiar, sin tener en cuenta los efectos perjudiciales para su salud.
El conformismo en creer que la sinergia en la jungla de cemento debe ser obligatoriamente hostil, provoca un estado de tensa calma que lucha por priorizar la razón, la tolerancia y el sentido común. Si a ello le agregamos las variables climáticas y culturales que identifican a cada una de las ciudades en que vivimos, nos encontramos con un efecto boomerang entre la bullanga pública, el infernal tráfico y el obedecer al semáforo.
La contaminación sónica se define como el exceso de sonido que altera las condiciones normales del ambiente en una determinada zona y que se traduce en el deterioro de la calidad de vida para quienes la resienten. El infernal chillido de las motos y la furia de las estruendosas alarmas y cornetas de los carros que recorren las calles, avenidas e intersecciones, generan una predisposición negativa en quienes consumen parte del caos urbano.
Existen muchísimos conductores de irracionalidad, que por culpa de una mala planeación de la vialidad intraurbana, manejan los camiones de carga pesada y vehículos de construcción por las principales vías de gran abundancia peatonal. Lo peligroso es que existen choferes que se encargan de molestar al prójimo abusando en el uso de las bocinas provisto en sus unidades de transporte, que solo deben ser empleadas para acatar las señales de tránsito terrestres.
También hay choferes, que al ritmo de distintos géneros musicales llevan todo ese alboroto a las calles, muchas veces con la complicidad del patrullaje policial. Eso genera más contaminación sonora, sobre todo en las horas nocturnas, lo que es un peligro, debido a la asociación directa con la ingesta de bebidas alcohólicas, el irrespeto a los límites de velocidad y el temor para el resto de los conductores y padres de familia en exponer a sus seres queridos, al toparse con semejantes desibeles.
Suele ocurrir que locales nocturnos, tiendas y oficinas dejan sistemas de seguridad activados para evitar la entrada de delincuentes en el transcurso de la madrugada. El problema es que emplean para ello las ya muy conocidas alarmas, que al ser mal configuradas, se activan sin razón aparente, en lo inhóspito de la noche y sin que aparezca persona alguna para apagarlas, generando un aire hostil entre quienes circundan esos lugares y tienden a no contar con la ayuda de los involucrados, en proteger sus sitios de trabajo sin perturbar a los residentes.
Cualquier sonido tóxico que nuestros oídos se atreven a escuchar se considera un agente sónico contaminante para la salud mental de las personas. Es así como la burla escolar en las aulasde clase, el chisme mal intencionado en las oficinas laborales, la violencia verbal en las casas de familia y hasta los antivalores de los programas de TV también son parte del problema, pues terminan influyendo en nuestra relación Hombre - Medio - Sociedad.
Todo ese descontrol suele expresarse en trastornos de ansiedad, mal humor, irritabilidad y desmotivación en realizar una actividad específica. Más concretamente se representa en la llamada hiperacucia que es la intolerancia a ciertos sonidos habituales de la vida en sociedad, pero que generan una intranquilidad, desasiosiego y temor en quienes lo afrontan a diario. Tal afectación psicosensorial puede incidir negativamente en la cotidianidad de la gente, ya que crea un continuo malestar que influye no solo en la propia persona, sino también en quienes lo acompañan a realizar las labores domésticas, laborales o académicas.
Sin embargo, es un trastorno que fácilmente se podría erradicar, siempre y cuando el individuo internalice el problema y aplique técnicas de relajación, meditación y reorientación perceptiva dentro de sus actividades. Es clave no esperar a que se produzca la situación agobiante para ponerlas en práctica, ya que debe ser un proceso de adaptación al medio más que una represión conductual. El optimismo y la fraternidad son valores que ayudan a mantener el autocontrol y vivir en paz.
Es necesario intensificar campañas audiovisuales que sensibilicen sobre el daño colateral de la contaminación sónica. Se requiere de un trabajo mancomunado entre asociaciones públicas, la empresa privada y fundaciones, que decidan seguir apostando por un mundo más industrializado pero menos menos contaminante. Es triste apreciar el abuso que se hace de vallas publicitarias para acrecentar el cosumismo irracional de la gente, y las propagandas políticas, que aparte de contaminar visualmente cercenan el vital derecho a comunicar un mensaje ecológico integral.
Sin embargo, es un trastorno que fácilmente se podría erradicar, siempre y cuando el individuo internalice el problema y aplique técnicas de relajación, meditación y reorientación perceptiva dentro de sus actividades. Es clave no esperar a que se produzca la situación agobiante para ponerlas en práctica, ya que debe ser un proceso de adaptación al medio más que una represión conductual. El optimismo y la fraternidad son valores que ayudan a mantener el autocontrol y vivir en paz.
Es necesario intensificar campañas audiovisuales que sensibilicen sobre el daño colateral de la contaminación sónica. Se requiere de un trabajo mancomunado entre asociaciones públicas, la empresa privada y fundaciones, que decidan seguir apostando por un mundo más industrializado pero menos menos contaminante. Es triste apreciar el abuso que se hace de vallas publicitarias para acrecentar el cosumismo irracional de la gente, y las propagandas políticas, que aparte de contaminar visualmente cercenan el vital derecho a comunicar un mensaje ecológico integral.
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