La Ruta de la Seda fue una red de rutas comerciales entre Asia y Europa que se extendía desde Xi'an, China, Antioquía en Siria y Constantinopla (actualmente Estambul, Turquía), a las puertas de Europa y que llegaba hasta los reinos hispánicos en el siglo XV.
Debe su nombre a la mercancía más prestigiosa que circulaba en ella, la seda, cuya elaboración era un secreto que solo los chinos conocían. Los romanos se convirtieron en grandes aficionados de este tejidos, tras conocerlo antes del comienzo de nuestra era a través de los partos, quienes controlaban su comercio. Muchos productos transitaban estas rutas: piedras y metales preciosos, telas de lana o de lino, ámbar, marfil, laca, especias, vidrio, materiales manufacturados, etc.
Se cuenta que el emperador Wu de la dinastía Han decide, en 138 antes de Cristo fraguar alianzas con los reinos del oeste y del noroeste, enemigos de las tribus Xiang Nu, ya que sufrían invasiones cada vez más frecuentes, más violentas y menos contenibles, protagonizadas por las tribus nómadas situados al noroeste de la frontera. Los hunos, tribus cuya superioridad militar era consecuencia directa del hábil manejo de una caballería fuerte, esbelta y ligera que la china, cuyos caballos eran absolutamente inadecuados para toda actividad que exigiera rapidez de movimientos.
Trece años después, habiendo sido hostigado durante diez años por los hunos, el general Zhang Quian (quien había sido enviado del emperador chino para sellar un pacto militar y político con los hunos) regreso a la Corte Imperial con solo un miembro de la partida. Aunque no había logrado establecer ni una sola de las alianzas militares de su misión, el general Zhang informó a la corte de la existencia de treinta y seis reinos, verdaderas potencias comerciales en las fronteras occidentales de China.
Posteriormente las misiones diplomáticas con los reinos del Valle de Ferghana no pusieron garantizar la seguridad ni afianzar el comercio, por lo que China preparó una invasión a gran escala, y en el 102 antes de Cristo logró conquistar todas las tierras entre sus propias fronteras y los reinos del Valle de Ferghana. Los chinos no solo se aseguraron de los famosos caballos de las estepas, sino que establecieron sus propios productos en los mercados de estos reinos.
A pesar de que el Barón von Richthofen bautizara en 1870a esta red comercial importantísima como Ruta de la Seda, es importante aclarar que la seda no era el único bien que se comercializaba a lo largo y a lo ancho de la misma. China importaba, principalmente, oro, plata, piedras preciosos, marfil, cristal, perfumes, tintes y otros textiles provenientes de Europa y de los reinos por donde transitaba la ruta y de otros aledaños que tenían sus propias rutas que engarzaban, en algún punto, con la misma Ruta de la Seda. China (denominada en aquel tiempo el Imperio del Centro) exportaba mayoritariamente seda, pieles, cerámica, porcelana, especias, jade, bronce, laca y hierro.
Los mercaderes intentaban buscar el mejor precio a través de los mercados de su propio territorio o aventurándose en las fronteras de otros países, donde vendían sus mercancías, y los compradores, a su vez, extendían los bienes por su propio reino, o llevándolos a las fronteras de los más próximos en busca de mejores beneficios. Este canje hacía llegar las mercancías y bienes desde China hasta Siria y desde allí a Constantinopla, donde esperaban los navíos venecianos que llevarían esta inmensa cantidad de bienes y riqueza, no solo proveniente de China, sino también de todos los países asiáticos y medio orientales.
El eje Roma-China marcaba el principio y el final de una gran cadena de intercambios, cuyos eslabones enlazaban en territorios que hoy corresponden a Turquía, a Siria, a Irak y a Persia y el Cáucaso con las fronteras de la China y la India. Sin embargo, por la Ruta de la Seda no circulaban solamente mercaderes con bienes de todos los reinos, sino también asaltadores, ladrones y pilluelos, por lo que los caminos no eran totalmente seguros. Lo peor que podía suceder era que por aquellos desfiladeros y glaciares se despeñara un camello, perdieran al animal y a su preciada carga, lo que empeoraba bastante si el camello transportaba comestibles. Algunas caravanas no llegaba nunca a su destino. Unas eran asaltadas por bandas feroces de asesinos, que para hacerse con las mercancías no dudaban en matar, y otras veces morían los caravaneros , víctimas de accidentes o enfermedades.
Posteriormente las misiones diplomáticas con los reinos del Valle de Ferghana no pusieron garantizar la seguridad ni afianzar el comercio, por lo que China preparó una invasión a gran escala, y en el 102 antes de Cristo logró conquistar todas las tierras entre sus propias fronteras y los reinos del Valle de Ferghana. Los chinos no solo se aseguraron de los famosos caballos de las estepas, sino que establecieron sus propios productos en los mercados de estos reinos.
A pesar de que el Barón von Richthofen bautizara en 1870a esta red comercial importantísima como Ruta de la Seda, es importante aclarar que la seda no era el único bien que se comercializaba a lo largo y a lo ancho de la misma. China importaba, principalmente, oro, plata, piedras preciosos, marfil, cristal, perfumes, tintes y otros textiles provenientes de Europa y de los reinos por donde transitaba la ruta y de otros aledaños que tenían sus propias rutas que engarzaban, en algún punto, con la misma Ruta de la Seda. China (denominada en aquel tiempo el Imperio del Centro) exportaba mayoritariamente seda, pieles, cerámica, porcelana, especias, jade, bronce, laca y hierro.
Los mercaderes intentaban buscar el mejor precio a través de los mercados de su propio territorio o aventurándose en las fronteras de otros países, donde vendían sus mercancías, y los compradores, a su vez, extendían los bienes por su propio reino, o llevándolos a las fronteras de los más próximos en busca de mejores beneficios. Este canje hacía llegar las mercancías y bienes desde China hasta Siria y desde allí a Constantinopla, donde esperaban los navíos venecianos que llevarían esta inmensa cantidad de bienes y riqueza, no solo proveniente de China, sino también de todos los países asiáticos y medio orientales.
El eje Roma-China marcaba el principio y el final de una gran cadena de intercambios, cuyos eslabones enlazaban en territorios que hoy corresponden a Turquía, a Siria, a Irak y a Persia y el Cáucaso con las fronteras de la China y la India. Sin embargo, por la Ruta de la Seda no circulaban solamente mercaderes con bienes de todos los reinos, sino también asaltadores, ladrones y pilluelos, por lo que los caminos no eran totalmente seguros. Lo peor que podía suceder era que por aquellos desfiladeros y glaciares se despeñara un camello, perdieran al animal y a su preciada carga, lo que empeoraba bastante si el camello transportaba comestibles. Algunas caravanas no llegaba nunca a su destino. Unas eran asaltadas por bandas feroces de asesinos, que para hacerse con las mercancías no dudaban en matar, y otras veces morían los caravaneros , víctimas de accidentes o enfermedades.
La Ruta de la Seda también fue una vía por la que el Budismo se extendió por toda Asia. Misioneros budistas de la India llevaron las enseñanzas del Buda desde la India a Taxila, al Tibet, de allí a Dunhuang, desde donde penetró en China. Paralelamente a los monjes budistas también recorrieron esta ruta hacia el siglo V los monjes y misioneros cristianos nestorianos, quienes fundaron varias misiones en el trayecto logrando un especial éxito entre los mongoles Khitan, y los misioneros maniqueos que convirtieron a los turcos uigures de Tufán.
El aspecto más importante del entramado comercial de esta ruta es el papel de intermediarios que ejercían los comerciantes islámicos. Éstos, conscientes de los beneficios económicos que dejaba este trasiego comercial, no permitieron la entrada de comerciantes europeos o asiáticos en la ruta, convirtiéndose en los elementos que hacían funcionar el sistema. Las caravanas procedentes de Siria y Mesopotamia cruzaban todo el continente asiático para adquirir (a bajo precio) los productos que después vendrían (a precios desorbitados) a los comercianteso intermediarios europeos.
Una nueva situación política en China y una nueva realidad económica y cultural en Occidente hicieron posible el restablecimiento de nuevas relaciones entre los dos mundos, gracias a que, junto a las mercancías también se intercambiaban las ideas, los conocimientos artísticos, los idiomas y las religiones. Desde entonces la Ruta de la Seda dejaron de ser caminos exclusivos de los comerciantes y de los militares y empezaron a ser transitados cada vez con más frecuencia por intelectuales y por monjes de las principales religiones del mundo.
Hacia el siglo XV, con el auge de la navegación y las nuevas rutas marítimas comerciales así como de los Imperios Árabes, Imperio Mongol, Imperio Turco e Imperio Otomano, fue languideciendo lentamente la importancia de la Ruta de la Seda como principal arteria comercial entre Oriente y Occidente, y algunas de las más florecientes e importantes ciudades a lo largo de su recorrido fueron perdiendo importancia e influencia, y olvidados por el mundo exterior, se convirtieron en una vaga sombra de lo que fueron.
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