Cada año desparecen 130.000 kilómetros cuadrados de bosques |
Una de las mayores amenazas para la vida del hombre en la Tierra es la deforestación. Esta actividad que implica desnudar al planeta de sus bosques y de otros ecosistemas como de su suelo, tiene como resultado un efecto similar al de quemar la piel de un ser humano. Sin lugar a dudas, los bosques ayudan a mantener el equilibrio ecológico y la biodiversidad, limitan la erosión en las cuencas hidrográficas e influyen en las variaciones del tiempo y del clima. Asimismo abastecen a las counidades rurales de diversos productos como la madera, alimentos, combustible, forrajes, fibras o fertilizantes orgánicos.
Una de las funciones más importantes de los árboles es su capacidad para la evapo-transpiración de volúmenes enormes de agua a través de sus hojas. Este proceso comienza cuando el agua, por efecto del calor del Sol, se evapora y se incorpora a la atmósfera como vapor de agua. A medida que asciende, y por disminución de la temperatura, el vapor de agua se condensa formando las nubes. El agua condensada en ellas cae finalmente como lluvia sobre los distintos continentes, permitiendo así el crecimiento de los árboles y de sus raíces, así como de otros organismos vivos.
Por otro lado, una vez que sus hojas caen se pudren en el suelo, determinando su enriquecimiento, ya que los nutrientes son reciclados rápidamente por las bacterias del terreno, cerrándose un ciclo. Por lo tanto, si se eliminan los árboles la lluvia cesará, pues ambos factores se encuentran estrechamente relacionados. Sin la lluvia la tierra comenzará a morir, produciéndose una fuerte erosión, y la zona de bosques se convertirá finalmente en un desierto.
El desierto de Harrapan en Pakistán fue, hace no much tiempo atrás, una zona rica en bosques, que disfrutaba de un régimen de lluvias adecuado, gracias a los monzones, resultando una buena muestra de ecosistema forestal auto sustentador. Los bosques fueron talados gradualmente por los ganaderos, que necesitaban hierba para sus rebaños. La precipitación en forma de lluvia se mantuvo en la región hasta que la tala masiva afectó a más de la mitad del territorio. Como consecuencia, las lluvias cesaron y el terreno se volvió árido, llevando a la muerte a los bosques circundantes. En la actualidad la zona es un semidesierto, capaz de mantener solamente a una pequeña cantidad de personas y otros organismos que antes vivían del bosque.
Otro ejemplo es la Cuenca Amazónica compartida por siete países, con una extensión de 6.700.000 kilómetros cuadrados. Casi el 70% de esta cuenca se encuentra en zuela brasilero, representando un 30% de la selva tropical aun con vida en el planeta. Parcelas de ellas que contienen la mayor diversidad biológica, colindan con terrenos talados y quemados a los que se dará uso agropecuario. Al ritmo actual de deforestación, y sumado al continuo cambio climático, los científicos aseguran que en dos decenios se destruirá 40% de la Amazonia y otros 20% se degradará.
La deforestación, por lo tanto, puede ocasionar la extinción local o regional de especies, la pérdida de recursos genéticos, el aumento de plagas, la disminución de la polinización de cultivos comerciales o la alteración de los procesos de formación y mantenimiento de los suelos. Asimismo impide la recarga de los acuíferos y altera los ciclos biogeoquímicos. En suma, la deforestación provoca pérdidas de diversidad biológica a nivel genético, poblacional y eco sistémico.
Europa es, en realidad, el único continente donde los bosques progresan. Reemplazan las tierras agrícolas, más utilizadas que antaño. Pero estos bosques son menos naturales que los antiguos: el 74% de los bosques europeos han estado amenazados o han sido transformados. Los países europeos con más bosques son Suecia y Finlandia. El bosque ocupa allí alrededor de un 70% de todas las tierras.
La deforestación, como todo proceso tiene sus causas fundamentales. Entre ellas pueden citarse el cambio del uso del agua para actividades ganaderas y agrícolas y los incendios y enfermedades forestales o la tala incontrolada de árboles. En la actualidad, la deforestación de los bosques tropicales constituye una auténtica amenaza. Si nos detenemos a analizar las estadísticas de las tasas de deforestación en las distintas áreas de importancia, se puede concluir que, en los últimos años, este proceso ha resultado mucho más intenso en las zonas secas y semiáridas, que en las montañas.
Las áreas de mayor altitud, generalmente más secas resultan más adecuadas para la ganadería. Los suelos de estas regiones, en general, son más ricos y fácilmente cultivables que los suelos viejos de las llanuras tropicales, prácticamente lavados de todo tipo de nutrientes. Además de las restricciones agronómicas, hay que tener en cuenta la limitación que supone para la colonización la presencia de diferentes enfermedades, como malaria, o fiebre amarilla, mucho menos extendidas en zonas de montañas o secas que en áreas húmedas.
Anualmente perdemos 13 millones de hectáreas nativas de bosque en el mundo, especialmente los bosques tropicales en Asia, África o América. En Argentina se ha producido una importante disminución de la selva en Misiones, Salta y Jujuy. Una de las principales causas de la deforestación es la explotación maderera. En algunos casos se aprovechan las maderas de los árboles nativos, y en otros la deforestación se produce para realizar plantaciones forestales. También se tala el bosque, se aprovecha la madera y luego las tierras se destinan a la agricultura.
Los bosques, principales productores de biomasa del mundo, ejercen una influencia decisiva en los intercambios energéticos entre la atmósfera y el suelo, interceptando la radiación solar, frenando el viento, fijando el gas carbónico y evapotranspirando gran cantidad de agua. Directamente dependientes del clima, ellos son, a su vez, uno de los principales factores que lo regulan.
Las interacciones entre bosque y clima siguen siendo un tema de debate entre especialistas. Un científico francés sostiene que el bosque atrapa la radiación solar con mayor eficacia que cualquier otra formación vegetal. El calor almacenado por la mañana es restituido por la noche, y al contacto con las masas más húmedo que se mantienen sobre los árboles, origina precipitaciones tormentosas.
En el ciclo global del carbono en la superficie terrestre, los bosques desempeñan un doble papel de reserva: por una parte absorben una cantidad importante de CO2 contenido en la atmósfera, y por otra, la restituyen. Por ahora, los ecosistemas forestales eliminan bastante bien el CO2 que producimos, pero no podrán seguir haciéndolo si las emisiones industriales continúan aumentando y si no se detiene la deforestación.
La erosión es la pérdida progresiva de los componentes del suelo como consecuencia de la disgregación previa de las partículas, posteriormente arrasadas y transportadas a lugares más bajos. El impacto ambiental negativo de la erosión se relaciona con la degradación progresiva del recurso suelo, además de ser irreversible a corto plazo. La intervención humana puede hacer que la velocidad del proceso aumente, por ejemplo, con la roturación del suelo cultivado.
Los factores meteorológicos, topográficos y geográficos en una zona determinan el clima y las condiciones de distribución del agua a lo largo del año y si las lluvias anuales se limitan a pocos días, se produce una situación de aridez. La sequía afecta o agrava la aridez cuando tiene un carácter temporal inesperado. Se habla de desertización cuando los agentes naturales transforman el suelo, que alguna vez fue productivo o fértil, en un desierto. Por lo tanto, la desertificación constituye un verdadero impacto ambiental, relacionado con la deforestación y la erosión antropogénica del suelo.
La solución a los problemas que afectan a los bosques pasa por un desarrollo sostenible de los recursos y una fuerte voluntad política de poner fin a la tala indiscriminada. Además es preciso el reconocimiento de los derechos territoriales de los pueblos aborígenes que han mostrado estar comprometidos con la conservación de los bosques, y evitar la migración de los campesinos hacia estas zonas. Esta última condición precisa de una redistribución equitativa de las tierras agrícolas, de tal forma que la supervivencia y la calidad de vida del campesinado queden aseguradas y sea innescesaria la migración y la consiguiente deforestación.
La deforestación, por lo tanto, puede ocasionar la extinción local o regional de especies, la pérdida de recursos genéticos, el aumento de plagas, la disminución de la polinización de cultivos comerciales o la alteración de los procesos de formación y mantenimiento de los suelos. Asimismo impide la recarga de los acuíferos y altera los ciclos biogeoquímicos. En suma, la deforestación provoca pérdidas de diversidad biológica a nivel genético, poblacional y eco sistémico.
Europa es, en realidad, el único continente donde los bosques progresan. Reemplazan las tierras agrícolas, más utilizadas que antaño. Pero estos bosques son menos naturales que los antiguos: el 74% de los bosques europeos han estado amenazados o han sido transformados. Los países europeos con más bosques son Suecia y Finlandia. El bosque ocupa allí alrededor de un 70% de todas las tierras.
La deforestación, como todo proceso tiene sus causas fundamentales. Entre ellas pueden citarse el cambio del uso del agua para actividades ganaderas y agrícolas y los incendios y enfermedades forestales o la tala incontrolada de árboles. En la actualidad, la deforestación de los bosques tropicales constituye una auténtica amenaza. Si nos detenemos a analizar las estadísticas de las tasas de deforestación en las distintas áreas de importancia, se puede concluir que, en los últimos años, este proceso ha resultado mucho más intenso en las zonas secas y semiáridas, que en las montañas.
Anualmente perdemos 13 millones de hectáreas nativas de bosque en el mundo, especialmente los bosques tropicales en Asia, África o América. En Argentina se ha producido una importante disminución de la selva en Misiones, Salta y Jujuy. Una de las principales causas de la deforestación es la explotación maderera. En algunos casos se aprovechan las maderas de los árboles nativos, y en otros la deforestación se produce para realizar plantaciones forestales. También se tala el bosque, se aprovecha la madera y luego las tierras se destinan a la agricultura.
Los bosques, principales productores de biomasa del mundo, ejercen una influencia decisiva en los intercambios energéticos entre la atmósfera y el suelo, interceptando la radiación solar, frenando el viento, fijando el gas carbónico y evapotranspirando gran cantidad de agua. Directamente dependientes del clima, ellos son, a su vez, uno de los principales factores que lo regulan.
Las interacciones entre bosque y clima siguen siendo un tema de debate entre especialistas. Un científico francés sostiene que el bosque atrapa la radiación solar con mayor eficacia que cualquier otra formación vegetal. El calor almacenado por la mañana es restituido por la noche, y al contacto con las masas más húmedo que se mantienen sobre los árboles, origina precipitaciones tormentosas.
En el ciclo global del carbono en la superficie terrestre, los bosques desempeñan un doble papel de reserva: por una parte absorben una cantidad importante de CO2 contenido en la atmósfera, y por otra, la restituyen. Por ahora, los ecosistemas forestales eliminan bastante bien el CO2 que producimos, pero no podrán seguir haciéndolo si las emisiones industriales continúan aumentando y si no se detiene la deforestación.
La erosión es la pérdida progresiva de los componentes del suelo como consecuencia de la disgregación previa de las partículas, posteriormente arrasadas y transportadas a lugares más bajos. El impacto ambiental negativo de la erosión se relaciona con la degradación progresiva del recurso suelo, además de ser irreversible a corto plazo. La intervención humana puede hacer que la velocidad del proceso aumente, por ejemplo, con la roturación del suelo cultivado.
Los factores meteorológicos, topográficos y geográficos en una zona determinan el clima y las condiciones de distribución del agua a lo largo del año y si las lluvias anuales se limitan a pocos días, se produce una situación de aridez. La sequía afecta o agrava la aridez cuando tiene un carácter temporal inesperado. Se habla de desertización cuando los agentes naturales transforman el suelo, que alguna vez fue productivo o fértil, en un desierto. Por lo tanto, la desertificación constituye un verdadero impacto ambiental, relacionado con la deforestación y la erosión antropogénica del suelo.
La solución a los problemas que afectan a los bosques pasa por un desarrollo sostenible de los recursos y una fuerte voluntad política de poner fin a la tala indiscriminada. Además es preciso el reconocimiento de los derechos territoriales de los pueblos aborígenes que han mostrado estar comprometidos con la conservación de los bosques, y evitar la migración de los campesinos hacia estas zonas. Esta última condición precisa de una redistribución equitativa de las tierras agrícolas, de tal forma que la supervivencia y la calidad de vida del campesinado queden aseguradas y sea innescesaria la migración y la consiguiente deforestación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario