lunes, 27 de febrero de 2012

Pequeña consideración sobre Cultura

PEQUEÑA CONSIDERACIÓN SOBRE  CULTURA



Muchas personas  creen ver en el concepto de tradición tan solo algo semejante a una curiosidad folklórica. Sin embargo, la esencia del concepto va mucho más allá de un simple pintresquismo regional. Todo nuestro conocimiento, nuestro saber, la totalidad de la ciencia y de la tecnología es, en realidad, nada más y nada menos que tradición acumulada.

Todo lo que no heredamos biológicamente lo heredamos por tradición. Nuestra forma de recordar el pasado es, en realidad algo único y especial, y nos diferencia del resto del Reino Animal. Es una rara mezcla de registros documentados, transmisión oral, sobreentendidos, imitaciones, usos, costumbres y habilidades que van pasando de generación en generación  mediante una forma muy curiosa de transferencia. De las tres generaciones que normalmente conviven en un momento histórico determinado, la más joven siempre trata de modificar, la más vieja siempre trata de conservar y la intermedia siempre tiene la difícil misión de equilibrar las tendencias discerniendo entre lo necesario y obsoleto.

En una relación estructural de este tipo es necesario e imprescindible un buen entendimiento entre las distintas generaciones. La continuidad de una tradición cultural depende del buen funcionamiento de una serie importante de relaciones estructurales.

El riesgo de la pérdida del caudal cultural implica el riesgo de perder la base misma de la perpetuación del saber. Debemos ser conscientes de que el conocimiento tecnológico y científico por más ordenado, sistematizado y almacenado que esté no constituye un sustrato sólido. Una cultura no se enseña desde la cátedra, ni se accede a ella por medio de una base de datos. Tampoco se agota en un par de esculturas, pinturas, libros o composiciones musicales. Una cultura se cultiva de un modo muy similar de la forma que se cultiva una amistad, una relación. 




Una cultura es, en realidad, una estructura relacional. Es la relación intelectual y emocional de las generaciones vivientes con todas las que la precedieron y es la única herramienta que tenemos para aprovechar nuestra experiencia hacia los objetivos de futuro. La cultura no es una colección de datos, fórmulas, hipótesis, teorías u obras de arte. Las tradiciones culturales no se almacenan ni en museos (por más que estén llenos de tesoros culturales de toda clase) ni en bibliotecas. Una tradición cultural es, ante todo una concepción estratégica, basada en la experiencia previa acerca de los mejores métodos y procedimientos que hemos ido creando y ensayando para obtener los datos, descubrir las fórmulas, elaborar las hipótesis, verificar teorías y crear nuestras propias obras de arte.

Una tradición cultural lejos de ser únicamente una recopilación de cosas que se han hecho es, además y fundamentalmente un caudal de conocimientos que tenemos acerca de la manera que se hacen las cosas. Para la correcta apreciación de nuestras amenazas y oportunidades culturales resulta fundamental una visión histórica despojada de prejuicios. Si a una dificultad de comunicación entre generaciones le sumamos una visión histórica prejuiciosa, se llegará a la conclusión de que cualquier cosa es posible ya que para demostrarlo solo hay que fabricar un edificio intelectual con los argumentos adecuados. De tal modo, rota la comunicación con los Maestros Sabios del pasados ya no tendremos quien nos realice las advertencias cuando ello sea necesario.

Durante muchos siglos la preocupación básica de los hombres relacionados con el mundo del saber fue la de acumular conocimiento para luego interrelacionarlos con algunos modelos coherentes. Occidente construyó su ciencia y su filosofía armando una cosmosivión hecha a base de observación, experimentación e inducción. Aun con todos sus matices y componentes, modas y tendencias, disputas y controversias, ese saber acumulado durante siglos constituyó un todo bastante coherente. 


En materia de cultura no trabajamos con magnitudes cósmicas extra humanas que pueden existir aun sin la presencia del ser humano en el Universo. Al hablar de cultura nos referimos a magnitudes humanas, en particular de cosas hechas por la mano del hombre, de conceptos, ideas, teorías, obras, construcciones, esquemas , realizaciones y elementos constructivos creados, ideados y realizados por el ser humano. El tiempo cultural no es un tiempo físico, es, más bien un tiempo biológico cuya continuidad está dada por la tradición transmitida de generación en generación. Si quebramos esa tradición habremos roto la continuidad, y si rompemos la continuidad lo que habremos roto, en realidad, es la cultura misma. 





Quebrada la continuidad cultural, desaparecida la tradición de una cultura  se cae toda la estructura que dicha cultura sostiene, ya que es ella la que sostiene nuestra organización social, mientras que las instituciones políticas (que cada vez invierten menos en cultura, viéndola más como un gasto superfluo, poniendo en jaque a muchas instituciones y a  artistas ,  como es comprensible, todo el espectro cultura sufre con esas decisiones imposibles de comprender por muchos) y sociales deberían más bien ampararla, cobijarla, defenderla  y permitir su florecimiento. 


Lo que ciertos intelectuales nos están proponiendo es una verdadera barbarie civilizada: una explosión tecnológica apenas rellenada  con algo de show business, un cambio sin más tradición que los periódicos de la semana pasada, un mundo tecnotrónico más o menos decorado con algunos adornos exóticos. 


La incoherencia cultural no enfrentará tarde o temprano con la amenaza de  esterilidad cultural. Así como la vida no es posible de cualquier manera y bajo cualquier condición, la cultura tampoco es posible de cualquier forma y con cualquier componente. Y sin cultura una civilización no posee la columna vertebral que la sostiene. Pierde su escala de valores y, en consecuencia también pierde su jerarquización de objetivos y su ordenamiento coherente de prioridades. Una sociedad sin una concepción clara de su gama de prioridades, es una sociedad a la deriva y sin rumbo, y por lo tanto vulnerable.


En gran medida nuestro futuro depende fuertemente de nuestra capacidad cultural y de encontrar hombres visionarios como los que han existido en el Renacimiento. Para ello es necesario restablecer los lazos con nuestra tradición, mirar hacia atrás, comprender en su totalidad quienes somos, como somos y que deseamos antes de ponernos a construir un mundo que puede resultar tan insostenible como lo fue el Imperio Romano durante su decadencia.


Finalmente si revalorizamos nuestra tradición podemos tener una excelente oportunidad de volver a respetar a nuestros mayores. Con ello lograremos superar en buena medida el conflicto generacional, así como restablecer la comunicación entre las tres generaciones que constituye el entorno cultural normal de una especie. Porque en realidad ¿que son abuelos, padres e hijos sino miembros de un mismo equipo?






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